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El actual municipio de San Andrés y Sauces ocupa la demarcación denominada por los aborígenes Adeyahamen cuyo significado es “debajo del agua”. La abundancia de este recurso, junto con la frondosa vegetación de la zona, entre otros muchos factores, posibilitó que en la citada demarcación hubiese importantes asentamientos de auaritas.
Son numerosas las cuevas existentes en los tramos finales de los barrancos en las que se han encontrado pruebas de la presencia de aborígenes.
Una vez finalizada la conquista se procedió a repartir la isla entre aquellos que habían participado o colaborado de un modo u otro en tal proceso. En un primer momento, las tierras y aguas de Los Sauces fueron del conquistador y gobernador Alonso Fernández de Lugo. Sin embargo, pronto comenzará a otorgar porciones a familiares y a ciertos individuos relacionados con él por lazos de amistad, compromisos económicos, etc. Es de destacar la cesión hecha a favor del mercader de origen catalán Pedro de Benavente, consistente en la mitad de las aguas del denominado Río de Los Sauces con todas las tierras que se pudieran regar con ellas. Otros beneficiarios de importantes lotes de tierras fueron Marcos Roberto de Montserrat, participante activo en la conquista y uno de los primeros regidores de la isla, y Gabriel de Socarrás, ambos catalanes, cuyos nombres han quedado inmortalizados en este municipio, el del primero en los manantiales (Marcos y Cordero) que han regado sus feraces tierras y el del segundo en la montaña que lleva su nombre y en una zona del propio pueblo.
La disponibilidad de tierra y de las abundantes aguas que formaban parte del Río de Los Sauces posibilitó el cultivo de la caña de azúcar y mieles. Estos productos, exportados desde los puertos que había en el lugar hacia determinadas ciudades europeas, permitieron el rápido florecimiento económico de nuestro pueblo, pero especialmente de la Villa (título poseído desde inicios del siglo XVI) de San Andrés. Ésta, una de las poblaciones más importante y antigua de La Palma, fue residencia de notables familias (Abreu Rege, Santa Cruz, Guisla, Valcárcel y Pinto), cuyas casas, mudos restos de su pasado esplendor, aún pueden contemplarse a lo largo de estrechas calles trazadas en el siglo XVI.
Con la crisis del sector azucarero (finales del siglo XVI) tiene lugar una reducción de la superficie dedicada a caña de azúcar, aumentando la plantada de vid y cultivos destinados al autoconsumo y al mercado interior. Poco a poco, la Villa de San Andrés irá perdiendo importancia, creciendo y desarrollándose paulatinamente Los Sauces, que con el paso del tiempo se convertirá en el principal núcleo del municipio y en su capital donde se concentrarán, como sucede en la actualidad, la mayor parte de los servicios y la actividad comercial.
Sin duda, la abundancia de agua proporcionada por los manantiales de Marcos y Cordero, lo que siempre ha sido un rasgo distintivo de Los Sauces, hizo posible que las crisis económicas que han sacudido a nuestro Archipiélago a lo largo de su historia hayan sido menos agudas, pues tal recurso permitió el cultivo de diversos productos de primera necesidad que servían no sólo para alimentar a la población del municipio, sino de incluso de parte de la isla. De hecho, desde el puerto Espíndola, que se convertirá poco a poco en el principal punto de salida de la producción agrícola saucera hasta la entrada en servicio de la carretera C-830, se embarcaban diversos “productos de la tierra” con destino, por ejemplo, a la capital de la isla, donde tenían gran aceptación.
La relevancia de San Andrés y Sauces tendrá su reflejo en el año 1900, pues por Real Decreto del 16 de octubre, publicado en el Boletín Oficial número 135 de 9 de noviembre, la Reina Regente le concede el título de Ciudad, que se viene a sumar al de villa que fue expedido con ánimo de legalizarlo (el original se perdió en un incendio causado por los franceses en 1533) por la Junta Soberana formada en la isla (1868) en octubre de 1868.
Como ya hemos apuntado, la vida social y cultural de San Andrés y Sauces fue, dentro de los límites permitidos por el tradicional aislamiento causado por la tardía conexión por carretera con la capital de la isla, animada. La abundancia de comercios de diversa naturaleza y de otros servicios (farmacias, telégrafos, molinos harineros, etc., etc.) atrajo a vecinos de otros municipios de la zona como, por ejemplo, de Barlovento. Asimismo, se contó tempranamente con un Teatro-Cine por el que pasaron importantes películas de la época y con algunas sociedades culturales, entre las cuales sobresalió, a comienzos de este siglo, la denominada El Progreso, donde destacó un foráneo con un amplio bagaje cultural que acabó integrándose en el municipio como un saucero más: nos referimos a Don Manuel Guardia Roldán, impulsor, junto con otros vecinos de la llamada entonces Comunidad de Regantes del Río de Los Sauces (hoy Comunidad de Regantes de Los Sauces), una de las más antiguas (1903) e importantes de Canarias, y autor de numerosas piezas teatrales, musicales, etc. Su destacable labor en y por el municipio ha tenido su reflejo en la Casa de la Cultura bautizada con su nombre.